Conozco a Julio desde hace años, y su historia es el ejemplo perfecto de cómo la vida puede llevarte al abismo más profundo... y como Cristo puede sacarte de ahí si tienes el valor de seguirlo.
Julio era el típico tipo carismático que siempre tenía una sonrisa en el rostro. Pero detrás de esa fachada se escondía un hombre atrapado en una espiral destructiva.
Su vida giraba en torno al juego: casinos, maquinitas, blackjack, ruleta, bingo… donde hubiera apuestas, ahí estaba Julio. ¿Y sabes qué es lo más peligroso? Que parecía disfrutarlo: las noches de juego con amigos, mujeres desconocidas, risas, tragos, comida chatarra y cero ejercicio.
Al principio parecía que todo estaba bajo control. Pero esa falsa sensación de "vida perfecta" no duró mucho.
El juego no solo era un pasatiempo, era un dios para él.
Julio sacrificó todo en ese casino: su tiempo, su dinero, su salud… incluso su familia. Perdió sus ahorros, su carro, su casa, y hasta su trabajo.
Lo que había construido durante años se desmoronó frente a sus ojos. Su adicción lo llevó de las luces brillantes del casino al cuarto oscuro en casa de su mamá, donde no solo cargaba con su maleta, sino también con la vergüenza de haberlo perdido todo.
Pero, como bien dice la Escritura, “El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido” (Salmos 34:18).
Julio estaba en el fondo del pozo, y justo ahí, en su momento de mayor desesperación, decidió abrirse a algo que había ignorado por años: Cristo.
Julio participó en un retiro espiritual llamado El Camino de Emaús, y ahí ocurrió lo inesperado: su encuentro personal con Cristo. En ese momento, se dio cuenta de que su vacío no lo llenaban las apuestas ni el dinero, sino una conexión con el verdadero propósito de su vida.
Y aquí está la clave de todo: Julio no solo se sintió renovado en el retiro y siguió adelante. No. Tomó la decisión de sumergirse en la Palabra de Dios y permitir que ésta fuera su guía para reconstruir su vida.
Leyó la Biblia como nunca antes, pero no como un libro de reglas o cuentos antiguos, sino como un manual de transformación. Y eso fue lo que marcó la diferencia.
¿Y cómo lo logró?
Aquí es donde muchos fallan: leen la Biblia de manera superficial y no entienden lo que realmente dice.
Julio, en cambio, aprendió a interpretar la Palabra.
Comprendió que el juego había sido su ídolo y que estaba rompiendo el primer mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20,3).
Reconoció que su vida estaba fuera de control porque había reemplazado a Dios con algo tan vacío como el azar.
También encontró consuelo en versículos como 1 Corintios 10,13: “Dios es fiel; no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan soportar”.
Esa promesa lo sostuvo en los momentos en que sentía que el juego lo llamaba de nuevo.
La Biblia no solo le mostró lo que estaba mal, sino que le dio herramientas prácticas para reconstruir su vida:
Disciplina: A través de Proverbios 16,3 (“Encomienda a Jesús tus obras, y tus pensamientos serán afirmados”) entendió la importancia de planificar y trabajar con propósito.
Propósito: Filipenses 4,13 (“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”) lo animó a creer que podía superar cualquier obstáculo, incluso su adicción.
Hoy, Julio no solo está libre de la adicción al juego; es un empresario exitoso en la industria de los alimentos. Ha reconstruido su vida sobre la roca firme que es Cristo, y su historia es un testimonio vivo de que con Dios no hay límites.
Sé lo que estás pensando: "Eso es para Julio, pero mi caso es diferente".
Déjame decirte algo:
¡No lo es!
Si hoy estás luchando con algo que parece imposible de superar, la Biblia puede ser tu guía, como lo fue para Julio.
Pero aquí está el truco: no basta con leerla, tienes que interpretarla correctamente.
Por eso he preparado una capacitación práctica que te enseñará a interpretar la Biblia de manera efectiva y a usarla como una herramienta para superar tus propias luchas.
No importa si estás enfrentando adicciones, problemas financieros, emocionales o cualquier otra batalla: la respuesta está en la Palabra.
No te quedes mirando desde las gradas. Es hora de que tomes el control de tu historia.