Te lo han dicho mil veces:
"Dios siempre está contigo, nunca te abandona".
Suena bonito, ¿verdad?
Pero, ¿qué pasa cuando miras a tu alrededor y Dios parece estar en silencio?
Cuando tus oraciones rebotan en el techo y todo lo que ves es derrota tras derrota.
El Salmo 44 es la plegaria de alguien que hace todo bien: busca a Dios, confía en Él, le es fiel… pero en lugar de recibir bendiciones, recibe golpes. Es el clamor de alguien que, como tú, se pregunta: ¿Dios realmente está ahí, o nos dejó solos?
Si alguna vez has sentido que Dios no responde, que la vida es injusta y que todo tu esfuerzo por seguir a Dios ha sido en vano, este salmo es para ti.
Y prepárate, porque la respuesta no es la que esperas…
Salmo 44
Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado la obra que hiciste en sus días, en los tiempos antiguos.
Tú con tu mano echaste las naciones, y los plantaste a ellos; afligiste a los pueblos, y los arrojaste.
Porque no se apoderaron de la tierra por su espada, ni su brazo los libró, sino tu diestra y tu brazo, y la luz de tu rostro, porque te complaciste en ellos.
Tú, oh Dios, eres mi Rey; manda salvación a Jacob.
Por medio de ti sacudiremos a nuestros enemigos; en tu nombre hollaremos a nuestros adversarios.
Porque no confiaré en mi arco, ni mi espada me salvará.
Pues tú nos has guardado de nuestros enemigos, y has avergonzado a los que nos aborrecían.
En Dios nos gloriaremos todo el tiempo, y para siempre alabaremos tu nombre. Selah.
Pero nos has desechado, y nos has hecho avergonzar; y no sales con nuestros ejércitos.
Nos hiciste retroceder delante del enemigo, y nos saquean para sí los que nos aborrecen.
Nos entregaste como ovejas al matadero, y nos has esparcido entre las naciones.
Has vendido a tu pueblo de balde, y no pediste por ellos ningún precio.
Nos pones por afrenta de nuestros vecinos, por escarnio y por burla de los que nos rodean.
Nos pusiste por proverbio entre las naciones; los pueblos menean la cabeza sobre nosotros.
Cada día mi vergüenza está delante de mí, y la confusión de mi rostro me cubre,
Por la voz del que me vitupera y deshonra, por la presencia del enemigo y del vengativo.
Todo esto nos ha venido, y no nos hemos olvidado de ti, y no hemos faltado a tu pacto.
No se ha vuelto atrás nuestro corazón, ni se han apartado de tus caminos nuestros pasos,
Para que nos quebrantases en el lugar de chacales, y nos cubrieses con sombra de muerte.
Si nos hubiésemos olvidado del nombre de nuestro Dios, o alzado nuestras manos a dios ajeno,
¿No demandaría Dios esto? Porque él conoce los secretos del corazón.
Pero por causa de ti nos matan cada día; somos contados como ovejas para el matadero.
¡Despierta! ¿Por qué duermes, Señor? ¡Levántate, no nos deseches para siempre!
¿Por qué escondes tu rostro, y te olvidas de nuestra aflicción y de la opresión nuestra?
Porque nuestra alma está agobiada hasta el polvo, y nuestro cuerpo está postrado hasta la tierra.
Levántate para ayudarnos, y redímenos por causa de tu misericordia.
Interpretación para la vida
Aquí no hay cuentos de hadas.
El Salmo 44 es incómodo.
Es la cruda realidad de la fe cuando parece que Dios te ha dejado solo.
Los primeros versículos son pura nostalgia: "Señor, antes hacías milagros, nos protegías, estabas con nosotros… pero ahora, ¿dónde estás?" ¿Te suena familiar?
Es la queja de todo creyente que siente que Dios le ha dado la espalda.
Aquí está lo realmente impactante: este no es un caso de "te alejaste de Dios y ahora Él te castiga".
NO.
El salmista dice que han sido fieles.
Que han seguido su pacto.
Que no han adorado a dioses falsos.
Y aún así, Dios los dejó caer.
Este es el golpe de realidad que nadie te quiere decir: Dios permite temporadas de sufrimiento y silencio, incluso para los fieles.
Sí, así es.
Y no hay una respuesta sencilla.
No es un castigo, no es una lección.
A veces, simplemente sucede.
El clamor final es devastador:"¡Levántate, Señor! ¿Por qué duermes?"
Es el grito de alguien que sabe que Dios está ahí, pero no entiende por qué no actúa.
Es el mismo grito de Jesús en la cruz:"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"
Pero aquí está la clave: el salmo termina en confianza.
A pesar de todo, el autor no se rinde.
Sigue clamando.
No abandona a Dios.
No maldice.
Sigue esperando su redención.
¿Y qué significa esto para ti?
Que ser fiel a Dios no te garantiza una vida sin sufrimiento.
Que habrá momentos en que Dios parecerá ausente.
Que aunque no entiendas lo que pasa, la única respuesta es seguir confiando.
Es fácil seguir a Dios cuando todo va bien. La verdadera fe es cuando sigues confiando, incluso cuando parece que Dios no está haciendo nada.
¿Te Atreves a Profundizar Más?
Si este salmo te golpeó fuerte, es porque Dios está sacudiendo tu corazón.
Esto es solo la superficie.
La Biblia está llena de mensajes como este, pero la mayoría los ignora porque no encajan con la versión light y cómoda del cristianismo moderno.
Si realmente quieres entender la Biblia, si quieres aprender a interpretarla con profundidad y aplicarla a tu vida de forma real, tienes que dejar de leerla superficialmente.
No te quedes solo con la duda.
Empieza a ver la Biblia como nunca antes.