Aquí tienes un desafío, y no lo vas a ver venir.
¿Te atreves a ser honesto contigo mismo por un momento?
El mundo no es todo color de rosa.
Si sigues creyendo que la vida se trata de trabajar duro y que todo se va a resolver solo, te has engañado a ti mismo.
El mal está ahí afuera, acechando, esperando el momento perfecto para atacarte.
Este es el Salmo 59, y si no lo estás tomando en serio, te estás quedando atrás.
David lo sabía bien.
Estaba rodeado de enemigos, seres humanos malvados que querían su caída, y en medio de esa persecución, él no se hacía el valiente ni el invencible.
Él sabía que la única forma de enfrentar al mal era con la ayuda de Dios.
¿Y tú?
¿Vas a seguir creyendo que puedes hacerlo todo por tu cuenta?
El Salmo 59 te retará a reconocer que solo con la intervención divina puedes sobrevivir a los ataques que se avecinan.
Así que si estás listo para ver el mundo como realmente es y entender el poder de la oración y la intervención de Dios, sigue leyendo.
Salmo 59
Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío; ponme a salvo de los que se levantan contra mí.
Líbrame de los que hacen iniquidad, y sálvame de los hombres sanguinarios.
Porque aquí están acechando mi alma; los poderosos se agrupan contra mí, no por mis transgresiones, ni por mis pecados, oh Jehová.
Sin culpa mía corren y se preparan; despierta para venirme al encuentro, y mira.
Tú, Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel, despierta para castigar a todas las naciones; no tengas misericordia de ningún traidor inicuo.
Vuelven al atardecer, dan aullar como perros, y rodean la ciudad.
He aquí, profieren con su boca; espadas hay en sus labios, porque dicen: ¿Quién oye?
Mas tú, Jehová, te reirás de ellos; te burlarás de todas las naciones.
A causa de su fuerza, esperaré en ti, porque Dios es mi defensa.
El Dios de mi misericordia me adelantará; Dios me hará ver a mis enemigos destruidos.
No los mates, para que no se olviden de tu ley; derríbalos con tu poder, y abátelos, Señor, nuestro escudo.
Por el pecado de su boca, por la palabra de sus labios, queden atrapados en su soberbia; y por la maldición y mentira que profieren, consúmelos en tu furor, consúmelos para que no sean.
Y sabrán que Dios domina en Jacob, y hasta los fines de la tierra.
Vuelven al atardecer, dan aullar como perros, y rodean la ciudad.
Andan errantes buscando qué comer, y si no se sacian, murmuran.
Pero yo cantaré de tu poder, y alabaré por la mañana tu misericordia, porque has sido mi refugio y mi defensa en el día de mi angustia.
Fortaleza mía, a ti cantaré; porque Dios es mi refugio, el Dios de mi misericordia.
Interpretación para la vida
¿Te atreves a enfrentar la cruda realidad?
No, no es lo que te han dicho.
El mundo no es justo.
El mal existe, y no viene con aviso.
Las amenazas, los ataques y las injusticias no te avisan cuando llegan.
Este salmo no es para los que viven en un mundo de fantasía.
Es para los que están dispuestos a ver que el mal acecha, que las personas malas están esperando tu caída.
David lo sabía, y ahora tú también deberías saberlo:
tus enemigos no se detendrán hasta verte caer.
Pero eso no significa que estés condenado. De hecho, es aquí cuando entra en juego el poder de Dios.
David clama a Dios para que lo libere de la gente malvada, para que lo proteja de aquellos que buscan destruirlo sin razón.
¿Te suena familiar?
¿Alguna vez has tenido que lidiar con personas que, simplemente porque sí, quieren ver tu caída?
Este salmo te recuerda que tu batalla no es contra carne y sangre.
Es contra fuerzas espirituales que quieren tu destrucción.
Este salmo te enseña a no tratar de luchar en tus propias fuerzas, sino a buscar la intervención divina.
¿Qué hace David en medio de todo esto?
Se ríe del enemigo.
¿Sabías que, en medio de la crisis, puedes burlarte de las amenazas del diablo?
Sí, le estás dando demasiado poder a tus problemas.
David sabe que su verdadera fuerza no viene de él mismo, sino de Dios, y es por eso que dice:
"A causa de su fuerza, esperaré en ti".
No es tu fuerza la que te salvará. Es la fuerza de Dios.
Este salmo también revela la importancia de no perder tu paz en medio de la tormenta.
David sabe que, aunque los malhechores sigan aullando y rodeen la ciudad, él puede descansar en la protección de Dios.
¿Por qué?
Porque Dios es su refugio.
Y tú, ¿dónde encuentras tu refugio?
¿Sigues buscando seguridad en lo que no te da paz o te atreves a encontrar refugio en Dios?
Es aquí donde entra la diferencia entre aquellos que siguen viviendo una vida de miedo y aquellos que se levantan con poder.
El mal puede estar alrededor, pero si entiendes quién te respalda, tu miedo desaparece.
Dios te promete que Él te defenderá, te protegerá y te liberará de cualquier ataque.
¿Tienes fe en eso?
¿Te gustaría aprender cómo enfrentar estos ataques de manera más efectiva?
¿Quieres entender cómo interpretar la Biblia y aplicar esos principios en tu vida diaria?
Si este salmo te ha tocado, es el momento de dar un paso más.
Deja de ser un espectador pasivo de tu fe y empieza a aplicar la palabra de Dios con autoridad y sabiduría.
No sigas ignorando las realidades espirituales.
Es hora de que tu fe sea más que solo palabras bonitas.
Es hora de que tu fe te respalde en momentos de crisis.